Primer día
Asamblea de vecinos. Somos
noventa y estamos cuatro vecinos y medio. El otro medio se ha marchado a
preparar los sándwich de la cena. Somos tan pocos en un local pequeño que hasta
se nota el perfume que una lleva. Quietos, inmóviles todos escuchando con
atención. La cuentas del presupuesto van lentas.
Segundo día
Los fanáticos son como lo
muertos vivientes de “Walking Dead”. No hay manera de sacarles de sus
argumentos recurrentes. Solo saben chuparte la energía o comerte el cerebro. Lo
he comprobado esta semana. Huye de ellos.
Tercer día
Hay tradiciones que nunca
entenderé (el toro de La Vega, El Rocío…), pero, con el tiempo, otras me han
ido seduciendo (Navidades, los Carnavales de Cádiz o Tenerife) Últimamente
incluso encuentro detalles entrañables en la Semana Santa. Y eso que no soy
seguidor de ninguna religión precisamente.
Cuarto día
Que si otoño es propenso a la
tristeza, que si primavera la sangre altera, que si el verano buen tiempo para
el descanso... Con lo cual estaba pensando me extraña que nunca me ha ocurrido nada importante. No
he podido pasearme por la muralla de China, mezclado con japonesas con cámaras
de fotos, y no me he casado con ninguna cantante. Si me lees, pregunta a ver
quién está en la lista de boda o quién está en la lista de novios.
Quinto día
Con todo el agua que ha caído
estos días no he podido menos que acordarme de ese trocito de “Cien años de
soledad” que dice: Llovió cuatro años, once meses y
dos días.
Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se puso
sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la
escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios
de recrudecimiento.
Sexto día
Mi vecino por las mañanas
camina solo por el barrio. De vez en cuando se para a comprobar que el móvil
tiene cobertura. Está a la espera de noticias. Hoy no lo he visto y he
preguntado a su mujer por él. me ha dicho que ayer el hombre que todos los días
se para junto al cajero automático le dijo que fuera hoy temprano que lo iba a
llevar de negocios.
Séptimo día
La ciudad está vacía. Me
gusta así. Me gusta cuando la gente la abandona y las calles se quedan
silenciosas. Es toda mía. Pero reconozco que no podría aguantar días y días así.
Todo cansa, hasta la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario