Primer día
Vivimos en casas. Comemos en platos. Paseamos por jardines.
Y, sin proponérselo, dejamos de ser cariñosos o nos rodea el miedo.
Segundo día
Siempre la recuerdo con él puesto. Ni para fregar platos se
los quita. Colocándomelo en el dedo me dijo le hacía ilusión vérmelo
puesto. A mí me pasaba lo mismo pero al
revés. Decidido: ni de tu dedo ni del mío. Cada martes paso por su casa y nos
lo cambiamos de verdad hasta la semana siguiente.
Tercer día
No es cinismo, es miedo. Muchos no se atreven a reconocerlo.
Pero va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre.
Cuarto día
Era de noche. Me desperté sintiendo que llovía. Me acordé de
lo que me gustan los charcos de agua que se forman en la calle. Me levanté y
salí a saltar sobre ellos. La calle
grande de cuatro carriles era toda para mí. En la discreción de esta gran
soledad pensé en lo feliz que me siento bajo la alcachofa de la ducha de mi
baño y quitándome la ropa me empapé en plena calle.
Quinto día
Mi memoria es como la de unos huesos que crujen. Algunas
veces no recuerdo cosas que dicen he hecho hace poco minutos.
Sexto día
A veces vemos la muerte como algo que no va con nosotros,
que solo es para los viejos. Y en ocasiones, cuando llegas a esa edad tocas en
su puerta y no se te abre.
Séptimo día
Día de urnas. La fiesta
de la Democracia dicen. Esta noche los líderes de cada partido dirán que han
ganado -me apuesto mi colección de chapas de cerveza-. Me conformo con que no
perdamos todos.
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