Había estudiado para auxiliar
de enfermería. Pronto consiguió su trabajo en una residencia de mayores. Quizás
era un trabajo monótono, la única diferencia en el estado de ánimo cada día era
en realidad el de los residentes. Pero él estaba contento. “De aquí que no me
muden” -solía decir-. Se sentía cómodo, sin problemas especiales y sin ganas de
probar algo diferente por mucho mejor que aparentara.
Paco, su mejor amigo, tenía
experiencias diferentes. A través de su trabajo había entendido que las
cicatrices, los roces, forman parte del camino.
Pero en estos días le han
propuesto ser responsable de la planta. Con lo cual tenía que coordinar el
trabajo de sus compañeros. El miedo le entró por todo el cuerpo. Temía salir
del confort y la comodidad en la que se encontraba.
Ante de anoche se lo contó a
su amigo, el cual, al escucharle se llenó de cierta rabia interior y le explicó
que, a su entender, no podía quedarse paralizado e inmóvil ante la propuesta.
Ser valiente, le dijo, no significa ser
atrevido ni quedarse inmóvil. Significa no dejar de caminar aún sabiendo
que durante el camino que tengas te vayas a encontrar con dificultades.
Se ha pasado la noche en
blanco. Las palabras de Paco no han dejado de resonar en sus oídos: no tengas
miedo a equivocarte. Sal de tu zona de confort y enfrentarte a aquello que te
incomoda. Sé valiente y sigue caminando
Amanece. Tiene preparado su
mejor traje para acercarse a su trabajo y hablar con la directora. Tiene
pensado aceptar su oferta.
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