Leo trozos de "poemas de
mujeres”... y se me ocurre pensar que no estaría mal una antología poética de
amas de casa y otras de poetas de obreros y obreras. Pienso que sería como una bocanada
de aire fresco que le permita escapar del peligro de caer en la monotonía
poética.
Aunque no hago poemas -sencillamente
porque no me salen-, me he prometido a mí mismo leerme una media docena de
ellos cada día y tengo una colección bastante intensa guardados en mi táblet.
Hoy escribo esto quizás
porque estoy atolondrado, es decir, entre otras cosas sin ganas de escribir.
Escribo con la sorpresa de no sorprenderme al tocar un bicho raro en el tronco
del árbol de un parque cercano a casa.
Mientras sigo danzando por el
parque me cuesta mucho escoger un poema del libro que hoy llevo en mi mano, al
tiempo que recuerdo que no fue Pablo Neruda ni tampoco el poeta que ganó el
último premio de poesía de Zamora los que influyeron en mí, dándome el gusto
del lector de poemas, sino una niña que se llama Maite, con ocho años en casa
de mi amigo Ramón. La lectura de uno de sus pequeños poemas me marcó. Gracias,
Maite.
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