Los salvadoreños de a pie
saben que en Óscar Arnulfo Romero tienen un espejo donde mirarse y un aire fresco que
les impulsa a hacer realidad los derechos humanos para todos y una sociedad de
iguales.
Su línea fue de alianza con
los derechos humanos y de defensa de los más pobres de la sociedad y sin
paternalismo de tipo alguno, animando desde que fueran ellos también siempre
los que tomaran la iniciativa. Por poner un ejemplo decía: "Hacemos un
llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que
superar la indiferencia entre muchos que
se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el
campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder
de lo suyo para que alcancen los demás. Hay que volver a encontrar la profunda
verdad de qué debemos servir a las mayorías pobres”.
De ahí la importancia de
gestos como el del Papa Francisco al recordar expresamente su figura. Se dice
que las aeronaves, a 400 metros de altura, no lograron captar toda la mancha
humana congregada en la plaza del Vaticano para la canonización de Óscar
Romero. Mucho tiempo tardó la jerarquía de la iglesia católica en hacer el pago
de dicho reconocimiento. Con este gesto del papa Francisco muchísimo ciudadanos
salvadoreños pudieron experimentar que sus esperanzas habían sido colmadas.
Y es que entre los años 1978
a 1981, cuando se produce un desequilibrio total y radical en las propuestas de
los diferentes grupos ideológicos, arrancó
el camino hacia la guerra civil. El grupo que tenía de poder era muy variado y
estaban bastante disperso. De otra parte
estaban las clases populares que habían buscado por la violencia una salida, y -cómo
no- también la oligarquía cuyos intereses están en juego y no podía faltar a la
cita. Un cóctel explosivo que hoy ya es en parte historia.
De todo aquel periodo, junto
al sufrimiento de infinidad de gente anónima, que padeció la violencia y el
desgarro que conlleva toda guerra civil, emerge la figura del Cardenal Romero,
quien, consciente de su papel, siempre buscó vías de concordia, pero sin perder
ni por un momento la claridad de ideas que siempre le caracterizó.
La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la conversión“
Cardenal Romero
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