Dicen que la sociedad la
forman las personas. O sea, que podemos participar en la construcción de la
misma con nuestras ideas, críticas, etc.
Eso dicen… ¿pero podemos? El
único que puede hacer los cambios es el gobierno. Y llevan una etiqueta colgada
de la solapa que dice: nombrado por el pueblo.
Dicho de otro modo: somos una
etiqueta. Y nuestras obligaciones en la práctica son nulas. El estudiante
sentarse ante el pupitre y hacer lo que le diga el profe. No importa que la
calidad de su perorata sea buena o mala. Nadie lo va a revisar.
¿Y las instituciones? Son
también inseguras. Generalmente, depende no tanto del equipo ganador, sino del
comité ejecutivo del partido ganador que envía las instrucciones precisas de lo
que hay que hacer y de lo que no. Vemos cómo muchos profesionales se limitan a
una burocracia que ha cercenado su capacidad de esfuerzo.
Y para acabar, el trabajador
social extiende cheques regalo mientras los médicos dan recetas. El profesor
coge bajas por depresión dado que en la clase mandan los chicos. O mejor, los
móviles de los chicos…
Y quien se sale de estas
directrices es un inadaptado.
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