Me gusta que en mi ciudad haya
calles y casas que parezcan hechas a mano. Me gustan esos rincones donde uno
puede experimentar el sentir. Pasamos por la vida subiendo escarpadas sin
sentir la alegría de los pasos dados que nos darían impulso por avanzar en los
restantes. Siento en esos espacios como el blanco y negro de sus paredes
sintonizan en mi interior haciéndome volver a las mismas preguntas de siempre.
Me gustan esas calles porque, con
lo dicho, no son paños que curan mis llagas sino los arcos que me lanzan a
la rebelión, primero conmigo mismo. Me gustan los colores que te invitan a
encontrarle el punto a la vida. Una vida donde no aparcamos ni en las zonas de
confort y comodidad ni en las de miedo, que nos paralizan, sino que nos empujan
a no dejar de hacer aquello que deseamos. Me gustan esas calles donde, a
nuestro paso por ellas, su silencio nos impulsa a vivir.
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