Acabo de
escuchar en una emisora que dos tercios de las compras navideñas acaban en la
basura en menos de tres meses. Es la sociedad del despilfarro –otros dice del
“consumo necesario” para mantener un mínimo nivel de empleo, según el cual, su
derrumbe supondría entrar de nuevo en una espiral de depresión de la economía
de cuyas consecuencias ya hemos tenido noticia-.
¿Por dónde
tirar? ¿”Despilfarrar para evitar entrar en crisis” o “un consumo responsable
que permita la supervivencia de un planeta con recursos limitados”? La teórica
nos la conocemos todos. Y sin embargo ni siquiera la segunda opción asegura ya
nada a estas alturas. Entre otras cosas porque la decisión de adoptar la mesura
como criterio de comportamiento ni es inminente ni será uniforme. Cierto, menos
es nada, pero de poco sirve tapar todos los agujeros en una barca que se hunde
si dejamos un par de ellos –los principales además- a su libre albedrío.
Menos es nada, cierto.
Algo más tardará en sobrevenir el desastre, sí. Y quizás mientras se nos
ocurrirá algo –piensan lo optimistas.
El mundo siempre tan mal repartido, no solo el poderoso dinero, también el básico alimento...el agua. Nos bombardean con campañas de concienciación mientras trinchamos el pavo, o hacemos el mojo haciéndonos sentir culpables por tener un plato a la mesa como si por un Euro pudiéramos vacunar a un niño o salvar a un baifo...En la política de cada país está la solución. El malgastar, desaprovechar va de la misma mano
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