Viene de vuelta. La espalda
ligeramente encorvada y el caminar despacio denotan cansancio como menos.
¿Tedio? ¿Descorazonamiento? ¿Sensación de tiempo perdido porque no acumularon
en su haber los proyectos de destrucción que forjaron (ellos no les llaman así,
los denominan como “efectos colaterales”)? ¿O remordimiento, pesadumbre y
angustia tras una misión sin sentido? (siempre que haya violencia, guerra,
peleas…, se está indicando que no se va a solucionar un problema por el camino
de la justicia).
¿Y las palomas que van
encerradas en una jaula? Vivían entre disparos y ruidos de metralletas, pero
volaban y, surcando los aires, se rozaban sus alas entre ellas para decirse los
buenos días o desearse cosas buenas. Ahora no escuchan disparos, no hay
aparentes peligros de que una bala perdida las puedan matar en el día, pero no
pueden volar, no tienen nada que desearse las unas a las otras. Hay paz, sí,
pero para qué: no pueden volar. Y alguien que pasa por su lado les pregunta: ¿Qué
prefieren: la seguridad que tienen ahora o la libertad que tenían antes? Y a
coro responden: Nos gusta la seguridad de la libertad.
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