“Hemos venido al mundo para
sufrir”. “Sí, en la vida hay algunas cosas buenas, pero por lo general, nos
vienen las malas”. “La gente no cambia. Nacen ya preparadas para ser de una u
otra forma. Todo está predestinado”. Esas y otras semejantes son expresiones
que uno oye con cierta frecuencia. ¿Así es posible vivir a gusto, con paz, y
con sentido positivo cada día? ¿Qué razones para vivir tiene una persona que
piense así?
De adolescente me llamó la
atención, y se ha quedado grabada en mí, aquello de que todo lo que tiene vida
está llamado a crecer –y, por tanto- a cambiar. Además, somos como las plantas.
Si no se las riega no crecen y poco a poco mueren. Adaptarnos a la
flexibilidad. Ser como el barranco por donde día a día pasa el agua, va reblandeciéndose
por un lado, fortaleciendo las orillas por otra, siendo flexible. La vida es,
pues, un cambio constante.
Ahora bien, todo ello tiene
sentido si se produce en armonía, unos con otros, cuando está en una postura de
servicio a los demás. Nos lo recordaba el otro día nuestro hermano José Carlos
cuando en la cena familiar del año se levantó para brindar juntos. Y lo hizo
con estas palabras: “Los ríos no beben su propia agua; los árboles no comen sus
propios frutos. El sol no brilla para sí mismo; y las flores no esparcen su
fragancia para sí mismas. Vivir para los otros es una regla de la naturaleza.
(...) La vida es buena cuando tú estás feliz; ¡pero la vida es mucho mejor
cuando los otros son felices por tu causa!”.
Nuestra naturaleza
es el servicio: "Quien no vive para servir, NO sirve para vivir".
Levantando nuestras copas todos a una gritamos: ¡Por la vida! ¡Por los demás! ¡Por
todos! A vivir y disfrutar sirviendo.
Con tu comienzo evidentemente no estoy de acuerdo; en mi opinión, venimos para ser exclusivamente a aprender y a ser felices a ésta vida y con nuestras experiencias, y decisiones lo logramos o no. No obstante hay dos días en la vida que no podemos cambiar, ayer y mañana, pero si podemos actuar sobre hoy y del resultado saldrá el mañana.
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