Lampedusa
y su cruz no son una. Ha habido, hay y parece seguirán habiendo muchas
lampedusas o igual muros de separación. Después de tantas luchas hubo un
tiempo, no muy lejano, en que los ciudadanos de buena voluntad celebrábamos la
caída de los muros que castraban a las personas en dos clases. El muro de
Berlín fue un hito de todo ello. Pensamos hace ventiocho años, cuando celebramos ese
hecho, que ya se derrumbaban todos los muros que impedían ser libres y que el
recuerdo del mal pasado nos ayudaría a construir un mejor futuro sin muro
alguno. Pero hoy se construyen hasta en el mar y las fronteras se han
convertido en puesto de control.
Nos
avergonzábamos de levantar muros, de separar a la gente. Nos dolían las guerras
que destruían ciudades. Buscábamos mil y una formas de destruir aquellas bombas
que, aún en tiempos de paz, seguían matando con retrasos y dejando inválidos,
cuando no muertos, a miles de seres vivos.
¿Y
hoy qué? Se gastan millones de fondos europeos en levantar alambradas que
impidan pasar a refugiados que huyen de una guerra o de la muerte que provoca
el hambre continuado de hoy sí y mañana también. Y ahí están, prácticamente en
todas las fronteras donde se ha aumentado la vigilancia policial, negándoseles
desde hace años a muchos, que intentaban su paso el derecho de asilo. En España
hace unos quince años el derecho de asilo comenzó a estar amenazado, hoy está
ya muerto de tiempo ha. Sin olvidar, por supuesto, la gran muralla levantada en
Israel para evitar el crecimiento palestino.
Al menos los que deciden estas
acciones tienen el coraje de brindar por su hipocresía. ¿Qué otra cosa si no hicieron hace pocos días? ¿Recuerdan cómo
levantaban su copa el pasado dia 10
brindando por el aniversario de
la declaración de los Derechos Humanos? ¿Cómo son capaces de brindar por
algo que nisiquiera conocen ni han leído? No los han leído. Vean si no como
empieza el texto: “Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
Miles
de millones de euros es la cifra que prácticamente se ha invertido en levantar
muros. Con estos dineros cuántas vidas se hubieran salvado invirtiéndolos en la
construcción de paz y desarrollo en esos países donde seguimos andando en la
búsqueda de nuestros intereses?.
Algo
de verdad existirá cuando, sabiendo todas estas dificultades, miles y miles de
personas siguen saliendo de sus países en busca de paz.
Y
nosotros seguimos invirtiendo en las consecuencias de ese éxodo en lugar de
hacerlo en la solución de sus causas. Seguimos sin querer oír ni ver. En lugar
de seguir fabricando muros, ¿por qué no
derrumbar las políticas económicas que defienden los intereses de unos pocos?.
En definitiva, aunque sea triste solicitarlo: ¿Por qué no igualar las personas
al capital? (p.e. los dineros no necesitan visado para viajar de un sitio a
otro y van por autopista sin muros y sin peaje)
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