sábado, 6 de octubre de 2018

El Rey de Bastos


Y entonces, el rey de Bastos se perdió del resto de la baraja... Cuando oímos hablar de Bastos siempre pensamos en la baraja. ¿Por qué nos olvidamos que Bastos reina también por otros lugares, y no solo como un buen competidor, en otros ramos de la vida?

Sin ir más lejos, el vecino del sexto piso le llaman Bastos. Y el nombre le viene a pelo. No es de extrañar que un día deje nuestro pueblo de Barajas o lo echemos nosotros a él. Vulgar y tosco en sus modales y al hablar, como sí estuviese hecho con malos materiales, de educado no tiene nada. Ocasiones han habido que sí le llevas la contraria levanta el puño en dirección a ti amenazándote. Y él es consciente del "aprecio” que le tiene la gente cuando escucha como le han aumentado los apellidos tales como rudo, grosero, ordinario, maleducado, etc. A más de uno le ha confesado su cansancio.

- Me voy -decidió un día-, pero les dejaré un buen recuerdo para que no se olviden de mí.

Y ni corto ni perezoso, se acercó al bosque cercano y localizó a varios animales sueltos que por allí andaban. Desde un mapache salvaje hasta una tortuga terrestre, pasando por una ardilla roja y una hembra de puercoespín, y metiéndoles en su coche los condujo a su casa. Sabía que sus dos vecinos estarían trabajando y, habiendo observado que por las ventanas abiertas de ambas cocinas se podía saltar a su interior, subió dos animales a cada casa y los acampó allí al gusto y manera de los mismos. Subió a la que hasta ahora había sido su domicilio, partió una sábana blanca en dos con un gran letrero que decía: "Y entonces el rey de Bastos se perdió del resto de la baraja”.



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