Y entonces, el rey de Bastos se
perdió del resto de la baraja... Cuando oímos hablar de Bastos siempre pensamos
en la baraja. ¿Por qué nos olvidamos que Bastos reina también por otros lugares,
y no solo como un buen competidor, en otros ramos de la vida?
Sin ir más lejos, el vecino
del sexto piso le llaman Bastos. Y el nombre le viene a pelo. No es de extrañar
que un día deje nuestro pueblo de Barajas o lo echemos nosotros a él. Vulgar y
tosco en sus modales y al hablar, como sí estuviese hecho con malos materiales,
de educado no tiene nada. Ocasiones han habido que sí le llevas la contraria
levanta el puño en dirección a ti amenazándote. Y él es consciente del
"aprecio” que le tiene la gente cuando escucha como le han aumentado los
apellidos tales como rudo, grosero, ordinario, maleducado, etc. A más de uno le
ha confesado su cansancio.
- Me voy -decidió un día-,
pero les dejaré un buen recuerdo para que no se olviden de mí.
Y ni corto ni perezoso, se
acercó al bosque cercano y localizó a varios animales sueltos que por allí
andaban. Desde un mapache salvaje hasta una tortuga terrestre, pasando por una
ardilla roja y una hembra de puercoespín, y metiéndoles en su coche los condujo
a su casa. Sabía que sus dos vecinos estarían trabajando y, habiendo observado que
por las ventanas abiertas de ambas cocinas se podía saltar a su interior, subió
dos animales a cada casa y los acampó allí al gusto y manera de los mismos.
Subió a la que hasta ahora había sido su domicilio, partió una sábana blanca en
dos con un gran letrero que decía: "Y entonces el rey de Bastos se perdió
del resto de la baraja”.
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