Soy cariñoso y amigo de mis
amigos, pero no doy cheques en blanco y tampoco los espero. No me apunto a las
causas cobardes. Hay muchas cosas nuestras que aún no nos sabemos, por ejemplo,
yo no sé cómo pronunciar tu apellido ni tú sabes mí segundo nombre.
Veo al perro sentado en la
puerta mirando al camarero cómo saca la basura esperando se vaya para lanzarse
en busca del talón Aquiles.
Repaso mis talonarios de
bancos y por ambas caras los veo llenos de hastío. He pasado cuatro horas a tu alrededor,
sacándonos cosas nuestras para conocernos mejor mientras cortábamos papeles
para irnos a la ducha. Pero solo fui yo. Y ni siquiera el agua fresca de la
mañana logró quitarme el problema que encima de mí tenía: seguía sin saber
pronunciar tu apellido.
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