Es una pequeña cueva cerca de
la casa donde pasaba tiempo y tiempo cuando de pequeño me cuidaban mis abuelos.
De tarde en tarde paso por allí y me siento un ratito dentro de ella. Salvo yo,
y no mucho, nadie la limpia. Nadie la usa tampoco. En sus paredes aún se
mantienen algunos de mis dibujos. Al alfabeto le fui poniendo nombres. La A es
la aventura. La P es pueblo. La T es torre. La H, horizonte… y así desde el
principio hasta el final. Hoy he invitado a un grupito de amigos/as que conocí
en un curso de escritura. Les gustó mi alfabeto y pasaron el tiempo componiendo
frases. Cómo estas:
“Con un LADRILLO se comienza
una casa”.
“Desde esta TORRE se ven los
pueblos reunidos, celebrando sus acuerdos y convenios”. “Cuando cada uno
comparte su VERDAD nos vamos alejando de la falsedad”.
Y así sin dejarnos ninguna
desde la A hasta la Z. El tiempo voló. Estábamos a gusto, tanto que cuando
llegó la noche algunos nos preguntamos: ¿Será eterna?
Que buen momento!recordar lo bueno del pasado es gratificante y cuando esos recuerdos evocan momentos de nuestra niñez sin duda nos llenan de gran satisfacción!
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