Hay quienes dicen que los
niveles morales de nuestra sociedad están bajos. Buscábamos libertad y la hemos
confundido con hacer lo que nos dé la gana. Que cuando peleamos por los
derechos humanos estamos reivindicando nuestros propios deseos. Y si hablamos
de corrupción -o de consumismo- nos quedamos a nivel cero.
De ahí que muchos filósofos,
como Nietzsche y otros muchos antes que él, hayan planteado que la moral vuelve
fariseos a los que lo practican y convierte en aprovechados a todos aquellos
que la dictan y la enseñan.
Estas reflexiones nos acercan
a uno de los dramas de la vida humana, cómo son el bien y el mal, dónde solo
merece el nombre de bien aquello que brota desde la más profunda libertad. No
se trata de hacer el bien por temor a un castigo. En ese caso sería un
miedoso, no un bondadoso. Y aquí entra
por medio la actitud o el hecho de amar. De hacer las cosas por amor, porque
queremos hacerlo, porque nos gusta la búsqueda del bien para nosotros y para
los demás.
Dice González Faus qué"
uno va descubriendo que en la vida hay personas que sacan lo mejor de aquellos
con quienes tratan y otras que tienen la desgracia de sacar lo peor de los
demás. Y acaban descubriendo que en el fondo de esas dobles acciones está el
que las personas nos sintamos queridas o nos sintamos agredidas en nuestro
encuentro con los demás".
Con lo cual solo la bondad y
no la moral construirá una sociedad más convivencial que la que hoy soportamos.
Menos reglas morales y menos dictados de los que están arriba, sea cual sea la
institución, y más hechos por su parte.
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