Cuando el presidente Trump acusa a Twitter de robarle seguidores, cuando Michael Jordan no sabe que hacer con el dinero que le sobra, cuando -más que nunca- desde el desierto de Almería estamos más cerca de Marte, cuando por fin podemos enviar stickers desde el WhatsApp… y justo cuando celebrábamos todo ello en una finca de la isla de Lanzarote, aparecieron tres hombres montados a caballo, con un ropaje propio de la Edad Media. Detrás de ellos y saliendo de la Abadía cercana, regida actualmente por una persona nombrada por la iglesia de Canarias, una hilera de unas den personas -¿más de cien?- portadores de grandes antorchas. Los tres caballeros, cuyos cuerpos estaban cubiertos con un manto blanco que llevaban bordado en uno de sus extremos una gran Cruz blanca, se pararon junto al fuego que habíamos encendido y, como si un resorte automático se hubiera puesto en marcha, el silencio se hizo dueño de la situación y la oscuridad su cómplice, dado que la luz que brillaba en sus antorchas se extinguió. Fue entonces cuando me percaté de lo fría que había quedado la noche y pensé que hubiera sido buena idea tener en el bolsillo una petaca -mi vieja petaca- con su poco de aguardiente.
En un escenario casi fantasmágorico, fuera de cualquier tiempo y espacio, se escuchó la potente voz de uno de los tres caballeros:
- Escuchen bien todos porque esta será la única ocasión que tendrán para tomar una decisión. Somos el legado de la Orden caballeresca de los hermanos templarios. No venimos en son de guerra y violencia, ni tampoco en busca de dinero. Ya tenemos el poder suficiente porque muchos de nuestros aprendices ocupan hoy puestos relevantes en los organismos públicos. No necesitamos dinero porque los intereses del dinero que ustedes depositan en los bancos es nuestro, pues nosotros somos los dueños de bancos y cajas.
El segundo caballero tomo la palabra:
- Somos personas religiosas y si se trata de defender a cualquier grupo cristiano allí estamos nosotros los primeros. Todos los que estamos aquí somos y vivimos en esta isla y ninguno de los presentes lo sabían, lo cual demuestra nuestra discreción.
Y habló el tercero:
- ¿Qué estamos buscando? ¿Que esperamos de ustedes? Muy fácil y sencillo. La adhesión a nuestros valores, a fin de unirnos el mundo entero contra nuestro principal enemigo: Trump y su cohorte.
Giraron sus monturas y se abrieron paso entre la gente que les había acompañado. Tomaron camino de la abadía de la que habían venido. Me pareció que ahora, aquella comitiva que les seguía ya no eran solo cien.
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