Últimamente ganan en número
las novelas cuyo protagonista principal es una mujer. Así el último Premio
Planeta. Narrado por un hombre, una mujer de origen humilde progresa in
crescendo en un mundo de hombres inmersos en la lucha por el poder político.
No cabe duda que las acciones
y huelgas realizadas el 8 de marzo del 2018 han influido en reavivar el papel
de la mujer en la sociedad. Curioso también que haya aumentado el número de
hombre que desde la literatura abordan este tema. Está bien, porque no es una
buena estrategia dejar la voz solo las mujeres. La igualdad es cosa de todos,
hombres y mujeres. El peligro es que la mujer se duerma en los laureles y dejé
el papel del cambio a los hombres, con lo cual ni cambio, ni libertad, ni
igualdad, ni cosa parecida: “postureo” -palabra de moda-.
Todos sabemos de hombres
declarados feministas, pero que luego ponen la zancadilla en cuanto se presenta
la ocasión.
Mucho trabajo por hacer. Son
muchos los pisos que hay que levantar hasta que, por ejemplo, un partido en
este país se decida nombrar como líder a una mujer. No digamos nada si metemos
en esta construcción a la iglesia, cuestión en la que, tanto sus representantes
como sus seguidores, deberían tomar partido. El silencio es hoy complicidad. Tendrán
que despertar pronto del profundo sueño en el que están inmersos y donde no se
les nota qué tengan ganas de levantarse en busca de un buen despertador.
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