Me comentaban hace pocos días
que una de las realidades más fuertes que existen en todas las personas es el
miedo. Curiosamente con muchas personas con quienes he coincidido estos días he
terminado hablando del tema.
Un miedo genérico, un miedo a
nada en concreto, sino a todo en general. Miedo frecuentemente alimentado
-exacerbado diría yo- por los medios de comunicación, basado unas veces en
circunstancias verídicas, pero otras muchas en medias verdades -que es una
forma sutil de decir “medias mentiras”-.
Recientemente, un líder político
hablaba de la necesidad de que se liberalizara la posesión de armas, para que
quien lo considerara necesario pudiera adquirirlas para su autodefensa
nacional. No lo hacía en un mitin, lo dejaba caer en una entrevista concedida a
una revista defensora de esta medida. Pareciera que la sociedad española se
hallara en una situación crítica de violencia social axfisiante. Y sin embargo
lo índices objetivos contradicen semejante afirmación.
Pero esta es solo la cara más
básica de ese miedo genérico al que nos referíamos. Otros son mucho más
imprecisos. Pero de todos ellos alguien saca partido, a alguien le interesa que,
en el seno de cada sociedad, anide ese miedo. Alguien saca partido. Y ese alguien
-a veces muy difuso y a veces muy concreto- tiene nombre: el poder. Que cada
igual lo analice y lo identifique.
Como dice el adagio popular… “El
miedo es libre”,… cierto, pero no tanto.