viernes, 22 de marzo de 2019

El Gran Hermano


Ya no le damos importancia, lo asumimos como un mal inevitable. Lo sabemos, pero preferimos cerrar los ojos y pensar que no nos afecta porque somos demasiado poco importantes como para que nuestras humildes personas reclamen la atención de nadie. Pero no es así…


En cualquier móvil alojado en nuestro bolsillo hay casi con total seguridad alguna o varias aplicaciones -muchas de ellas preinstaladas de fábrica- capaces de acumular información sobre nuestras aficiones, nuestros, gustos, nuestras visitas, nuestras compras, nuestras idas y vueltas por la vida. Basta que aceptemos las condiciones del contrato adquisición del aparato para que, de facto, hayamos aceptado todas y cada una de las clausulas de mismo.

Somos nosotros mismos los que le facilitamos el acceso a nuestra intimidad. Después nos llevamos las manos a la cabeza cuando esas grandes empresas manejan esa información para hacer negocio y llenar sus cuentas de resultados, traficando con ellas. Ahora sabemos también que esos datos son utilizados por algunos partidos políticos para incidir de una manera u otra en los medios de comunicación y en las redes sociales.

La tecnología no es inocente y sus propietarios menos. El mundo no cambia con saberlo, cierto. Pero conviene conocer lo que tenemos entre las manos, nunca mejor dicho.



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