¿Nunca os ha pasado estar
absortos en la lectura de un libro, disfrutando de la historia…, pasar página
y, de repente, comprobar que algo no cuadra? ¿Volver atrás, leer las últimas
líneas -el último párrafo quizás-, pasar a la siguiente página y… volver a tener
la misma sensación? No entender nada hasta que te das cuenta que un error de
impresión ha dejado pegadas dos hojas. De repente saltas de la 117 a la 120
para tu desgracia.
A mí me pasó la primera vez
que cayó en mis manos “Cien años de soledad”. Para mí ese libro de García
Márquez es uno de esos libros que te marcan en la vida. Aun recuerdo aquella
edición, tan austera como entrañable, que me regaló un compañero de facultad.
Me pasé dos días intrigado sin saber si el gitano Melquiades regresaba ese año
a Macondo, como cada marzo.
Tuve que acercarme a una
papelería en busca de un cortaplumas para proceder “quirúrgicamente” a la
separación de la hojas pegadas. Pero para mi desgracia, los cortaplumas debían
ser una especie en extinción, así que la dependienta me ofreció como
alternativa elegir entre un montón de tijeras, de todos los tamaños y colores.
No es frecuente, ¿verdad?,
encontrarte esas páginas pegadas, pero no es la única vez que me ha ocurrido.
La última con un ejemplar de “El arte de la guerra”, de Sun Tzu, la edición de
tapa verde con un círculo que contiene una serpiente de dos cabezas en su
interior. Un libro interesante, no solamente para los amantes de la estrategia,
sino para quién aplica a la vida consejos prácticos para desenvolverse por la
vida.
En esta ocasión no me pilló
de sorpresa, la experiencia es un grado Y esta vez tenía cortaplumas.
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