Hoy martes de carnaval en la isla de Gran
Canaria. Esta noche es de fiesta y
tenderete. Se terminan comiendo churros en el desayuno en cualquier churrería en
ciudad o pueblo. Una amiga nos cuenta su experiencia de los primeros carnavales
que vivió siendo joven. Es decir hace unos 40 años…
Aprovechando que mañana es Martes de carnaval,
felicitó a todos los carnavaleros -a todos. A ellos y a ellas- y a los que no
son, les felicito el día de fiesta.
Vamos a dar un poco la marcha atrás en el
tiempo... Recuerdo el primer carnaval de la democracia, un grupo de amigos cogimos
el Jeep de uno de ellos y lo tuneamos (como se dice ahora). El pobre ya estaba
mayor y después del carnaval se retiró -el jeep, no el amigo-; la mayoría de
los trajes eran caseros, pues no habían a la venta como ahora y casi nos divertíamos
más, buscando las telas en el kilo y todos los perifollos para el día en que
nos los poníamos.
Salíamos de la entrada del muelle, teníamos
que estar allí a las dos de la tarde y la cabalgata empezaba a las cinco, pero
según el orden, a ti te podía tocar salir a las siete y nadie se cansaba (¡Juventud,
divino tesoro!).
Mi disfraz era de brujita y estaba
"monísima", llevaba un sombrero de dos pisos, hecho de cartón del que
yo estaba orgullosa por la imaginación; empezamos a caminar porqué todos no
cabíamos en el coche y nos turnábamos, aunque con la juerga que llevábamos no
nos cansábamos.
Ahora viene lo bueno de la historia y con lo
que no contábamos… Estaba el día radiante, pero de pronto empieza un chispi-chispi,
que se fue viniendo arriba que al doblar para entrar en la calle Albareda. Aquello
era el diluvio universal, el sombrero del que estaba tan orgullosa empezó a
doblarse desde arriba; al doblarse el aro se quedó de collar y el resto un
rebujos de cartón en la cabeza, mi maquillaje tan elaborado se vio favorecido
por los churretes del sombrero, pero si ustedes se creen que nos salimos del
desfile… ¡pues no! Todo el mundo aguantó bajo aquel aguacero. ¡Como para
interrumpirlo después de lo que había costado conseguirlo!
Llegamos al parque San Telmo con medio disfraz
pero más contentos que unas pascuas, ¡ah! Menos mal que el traje no era de
cartón porque si no el espectáculo hubiera sido completo, porque yo no estoy
segura que hubiese abandonado.
Ahora, con la perspectiva que da el tiempo lo
recuerdo con cariño, pero sin añoranzas.
A este carnaval siguieron muchos más, hasta
que según nuestro criterio se había perdido la esencia del “carnaval del pueblo”.
Ya los trajes eran un dineral y sé fue desplazando la imaginación para dar paso
al espectáculo.
En fin, otra etapa muy bonita y que me
apetecía contar para los que no lo vivieron o no participaron en el primer
carnaval oficial.
Si les ha gustado habrá más anécdota de cuando se
celebraban en la clandestinidad. Diversión pura y sana.
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