Por aquel tiempo eran muchos
los que se retiraban a la soledad de los montes a meditar. Y eran muchos los
que, en el silencio de las cumbres y de los pequeños valles ocultos, se
buscaban a sí mismos.
Pero Abul Beka decía de
ellos:
- Aquellos que buscan el
silencio en la calma nunca lo encontrarán desnudo. Para desnudarlo hay que
buscarlo entre el bullicio. Decidme: ¿de qué sirve a un corazón tener calma en
medio de la soledad? ¿Acaso no es como la calma que tiene un río cuando riega
un valle?
Mas ¡qué grande es un corazón
cuando en medio de la alteración conserva la calma y se viste con el silencio!
Es como el torrente que resbala sereno por la falda de la montaña.
Muchos van a lugares donde lo
más que les molesta es el canto de un pajarillo o el ritmo que arranca la brisa
a las hojas de los árboles. Y se dicen: «Estoy tranquilo y sereno en este
lugar, ya he alcanzado la calma y el silencio es el amigo de mi corazón».
Pero cuando vienen al
bullicio, sus corazones se agitan y sus pulsos se alteran; y sus pensamientos
chocan violentamente en sus frentes. Y yo les diría: ¿dónde guardasteis la
calma? ¿Qué morada le preparasteis en vuestros pechos que tan pronto se fue de
vosotros?
Mirad que aquel que busca el
silencio interior lo encuentra en medio de los ruidos y de las voces y de los
gritos; y tomándolo, lo sienta en su corazón, y al escucharlo ya no oye hacia
fuera sino hacia dentro.
Y en verdad os digo que ni
una tormenta ni el galope de cien caballos podría separarlo de él.
Para buscar, pues, la calma
interior, no os vayáis adonde todo es calma. Id adonde no hay calma y sed
vosotros la calma. De esta forma la encontraréis al darla y la tendréis en el
grado en que veáis que otros necesitan de vosotros para calmarse.
"Diálogos con Abul Beka"
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