Su trabajo era de calidad y
con influencia en la sociedad. Respetada y querida por muchos y criticada por
otros. Siendo una mujer profunda y bastante intelectual, con una cultura de
peso, y un libro siempre en su bolso, muchos habían que no entendían porque
trataba asuntos banales. Ellos le llamaban así, para ella era la vida misma de
cada día.
En medio de sus viaje y
piruetas intelectuales le sobrevino una visita inesperada. Nunca había pensado
pudieran llegar a su casa. Y, valga la redundancia, un día entraron , como
Pedro por su casa . Ellos eran la depresión, el llanto y la angustia. Y sufriendo
la pesadez de visitantes tan embarazosos llegó a comprender que había llegado
el final de un ciclo en su vida. Y que por tanto, un nuevo periodo estaba a
punto de estrenar, para el cual tenía que prepararse. Después de una gran lucha
y con la medicación adecuada, así como con la ayuda de la meditación, empezó un
camino nuevo, habiendo aprendido del anterior.
Y entre otros, su perro fue
su gran ayudante, quien le ayudo a
serenarse, a aprender cosas tan importantes como que la impaciencia no conduce
a nada bueno. Mi perro nunca tiene prisa, suele decir ella. Va a ritmo del momento. Y por otro
lado, os que antes la mandaban y felicitaban se han olvidado de ella. Con lo
cual ha aprendido que vales lo que vale tu última producción.
Estoy hablando de Mercedes
Milá. Seguro que sabes de quién hablo.
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