Después de ir a buscar al
niño al colegio se sentó un rato a estudiar. Estaba preparando unas oposiciones
para enfermera recién convocadas. El niño al ver la que todos los días hacía lo
mismo, mientras el veía la serie infantil de Disney, le preguntó que hasta
cuándo había que ir al cole, ¿hasta que uno se muera?
- Un poco antes te dan vacaciones, así que no te preocupes.
Preparó una pequeña cosa para
merendar y lo llevó a la piscina. Sentada en las gradas, sus ojos se repartían
entre las brazadas del niño y una libreta de apuntes con posibles ejercicio que podrían caer en el
examen. Al volver a casa la esperaba la lavadora y el tiempo de recoger la ropa
tendida. Tocaba a hacer la cena y meter al niño en la bañera.
Pero ahora, aun, restan
colgar la ropa de la lavadora mientras canta una canción que solo pueden
escuchar quién a su vez la manda a callar pues así él no puede estudiar ni ver
la tele. Le queda barrer la cocina. Recuerda que el fregadero está lleno, que
tiene que poner el tomate en un bote con aceite para que no se eche a perder. Y
mientras el niño se va a la cama, ella limpia la mesa y da gracias por no vivir
con su pareja. El niño ya duerme, ella prepara el uniforme del colegio para
mañana y, añorando la posibilidad de un trabajo más serio y ordenado, vuelve a
su mesa de estudio para seguir en la brecha.
Esta es la pequeña historia
de la tarde de una mujer a quién tú que lees este post seguro que puedes
ponerle nombre.
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