Pasa unos días en su pueblo
después del éxito de la presentación de su quinto libro. En conversación
distendida con un grupo de viejos amigos surge de repente esta pregunta... ¿Por
qué escribes y en qué te fijas cuando lo
haces? Su primera respuesta es un silencio, pero un silencio lleno de contenido
que se está fraguando.
Nunca escribo sobre la
realidad pero en ocasiones me dan ganas de meter mis miserias y lo hago. Intento
evitar un aburrimiento entre los sectores no diciendo lo que yo siento. Escribo
en cualquier parte. Lo hago por ejemplo mientras el niño se desayuna y mete la
mano en la leche salpicando toda la mesa. Escribo porque hay sábados y es el
día que suelo ir a ver a mi madre y siempre me siento un rato largo en su
balcón lleno de geranios. La verdad es que leo más que lo que escribo y leo de
todo desde novelas de guerra hasta historias del siglo pasado o, incluso,
literatura erótica.
A veces me quedo sola
escuchando mi respiración y aprovecho para luego escribir todo lo que de mí
misma escuché que yo misma me decía. Escribo para decir lo que no me atrevo a
decir. Otras veces escribo para decir lo que pienso. Pienso de forma oscura y
cuando escribo me sale claro.
Y una cosa importante para
mí. Pienso que estoy dibujando, haciendo lo que sea por el estilo y en esa
postura me salen más cosas que sin ella, pero sobre todo escribo porque me
gusta les invito a ustedes, mis amigos del pueblo, a que de vez en cuando cojan
un papel y me escriban lo que han sentido o estado ha vivido a lo largo del día.
Y si no le gusta me lo mandan que ya meteré la aguja para coser o remendar todo
lo que pueda.
Cómo ven escribir no es nada
complicado.
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