Estrés, agobio, ansiedad… Pocos
son los que de ellos se escapan. La hipoteca, la cocina, la limpieza, el
supermercado, el ambulatorio, la guardería, el colegio, las actividades
extraescolares, el deporte de fin de semana, la farmacia… Hoy se lamenta haciendo
horas extras en el trabajo haciendo por 1000 € raspados en el bolsillo final de
mes.
Lo curioso es que, según la
evolución del poder adquisitivo, el salario más humilde de los años 60 y 70
equivaldría a 2800 € según estudios recientes. La pregunta, pues, es de rigor: ¿a
dónde ha ido a parar la diferencia? Una pregunta que va unida a una respuesta:
las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como los 3800 millones
de personas más pobres del mundo, según el informe de la OXFAM.
Podríamos también hablar del
desequilibrio que producen las empresas chinas e indias, cuyos productos tumban
nuestros precios y por tanto nuestros salarios. Costes de la globalización.
Y detrás de todo, no podemos
dejar de ver a la codicia del querer tener cada vez más que el otro, el miedo
de perder, el espíritu de competición, el que negarle todo al otro, pues sí yo
no lo devoro, me devora él a mí. Y así vamos más rápido huyendo hacia delante,
fabricando cada vez que pidas más insolidaridad.
Tendrá que llegar un momento
en que paremos, respiremos a fondo, sintamos el jadeo, miremos al herido y
veamos cómo corregir el rumbo.
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