- Ya sé
que no pega mucho con mi imagen de rockero, pero, si te soy sincero, la última
vez que me lo pasé bien subido ahí arriba fue en la gira del 96. Esa sí fue una
gira como dios manda. Coge el CD de “El libro de ruta de Ana Belén, Víctor
Manuel, Joan Manuel Serrat y Miguel Ríos”, y échale un vistazo a la cantidad de
ciudades en las que tocamos. ¡Todo el verano de aquí para allá!... y en
noviembre a cruzar el charco y a patearse Méjico, Argentina… como los artistas
en los años 40. Del que más me acuerdo fue del concierto en Santa Cruz de
Tenerife, con todo petado, un calor húmedo, pero la gente entregada… ¡un 20 de
agosto! -lo recuerdo como si fuera ahora mismo-, sobre todo porque tocó con la
banda Pedro Guerra, el autor de “Cóntamíname”, que a Ana le encantaba. No se me
olvidará jamás… y eso que yo he tocado de telonero de los más grandes… de Van
Halen, de Iron Maiden, de Metallica… ¡hasta de AC/DC!. Aquello sí que era
música…
Un cierto punto de nostalgia
me pareció ver en aquella mirada un tanto perdida en el horizonte. El
restaurante se estaba quedando vacío, pero aun nos daba tiempo para abrirnos una
botella de vino con que acompañar el guiso de ternera con guisantes
-especialidad de la casa-. No hacía falta que yo le hiciera preguntas. Él era
un saco de anécdotas e historias del Rock español de las últimas tres o cuatro
décadas.
- Pero no te creas que todo
era tan divertido y tan genial. Mira… -y se acomodó los brazos en la mesa para
soportar el peso de su corpachón y seguir descorchando recuerdos…- Me acuerdo
de un festival en Rentería, en el que tocaban Kortatu, La Polla Records y no sé
quién más. Todos vascos menos nosotros. A nosotros nos coló Enrique, el bajista
de Barricada, “El Drogas” que le llamaban… y le siguen llamando.
Debió de percatarse de la
cara de zapato que puse y se vio en la necesidad de sacarme de mi ignorancia.
- ¡Sí, hombre! Un tío de puta
madre, pero más feo que si se hubiera bebido de pequeño un frasco de Vick
Vaporúb. Si ves una foto seguro que te acuerdas… El caso que a nosotros nos
tocaba abrir el festival y cuando acabamos, nos quedamos a ver al resto de
grupos y a beber y fumar con la gente. Lo normal… Pero lo que no sabíamos es
que lo normal allí, en aquellos años, era montar unos pifostios de la leche,
que siempre acababan con gritos de “in-de-penden-ziá, in-de-penden-ziá” y gora
ETA y tal… Yo no sé cómo, pero en cinco minutos apareció la policía repartiendo
hostias como panes… Las balas de goma rebotando por todos los lados y la gente
corriendo, que aquello no acabó mal de milagro. No he pasado yo más miedo en mi
vida. Después de aquello yo solo quería quedarme en casa, con un ovillo de lana
y sus agujas y hacer jerseys hasta que se acabaran las ovejas en Australia.
¿Qué los rockeros nunca
mueren? Pues que se lo digan a unos cuantos que yo me sé, que se los llevó la
parca -o el olvido de la gente, que viene a ser lo mismo-. A él, desde luego,
le quedaba tralla para rato. No he vuelto a verle, pero siempre le estaré
agradecido por haberme concedido aquella entrevista improvisada. Mi primera
entrevista.
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