Estaba
durmiendo desnuda de la cintura para arriba. A su lado, en la mesa de noche, una
manzana mordida, una taza de café frío y una servilleta sucia. Sus ojos
entreabiertos como esperando algo. Al verme marchar los abrió y encontró una
foto que yo había dejado al pie de su cama. La foto de un desierto. Cerró los
ojos y dijo para sí misma: Al fin lo he confundido.
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