Se veía venir. No hacía falta ser adivino para saber que titulares de
prensa como “Europa respira aliviada”, “Francia le para los pies a la extrema
derecha” y similares iban a ser la norma de los principales medios de
comunicación. Pero eso es solo parte de la verdad. Dentro de unos meses, en las
legislativas que tendrán lugar en el país galo, ese fascismo vestido de Armani
volverá a tener la oportunidad de meter el miedo en el cuerpo. Y su líder,
Marie Le Pen, se relame ya ante la perspectiva de dar un nuevo zarpazo a la
tarta del poder.
Esta salida de la crisis –porque se supone que ya hemos salido de ella- nos deja grandes sectores de la sociedad temblando. Temblando, a unos, porque
sus ahorros desaparecieron (el que los tuvo) y sus empleos se fueron al carajo
y los actuales no dan para más (…el que lo tiene). Temblando, a otros, ante la
visión de una Europa de una sola pierna, coja de alternativas y sin muleta en
la que apoyarse, viendo cómo se echa encima tal posibilidad. “Winter is coming”
que repiten una y otra vez en Juego de Tronos.
Los sesudos analistas lo achacan al miedo (aunque ni siquiera hace falta
que los analistas sean especialmente sesudos). Siempre ha sido así. Cuando la
clase media –la pequeña burguesía- entra en pánico resurgen los fascismos. “¿El
miedo a qué?” se puede preguntar uno. ¿El miedo a una revolución bolchevique que
les arrebate lo poco que le ha dejado la crisis? No está la Izquierda europea ni para dar los buenos días; no la veo yo planificando revoluciones. La Izquierda ni está, ni se la espera.
Pero el miedo sigue ahí y alguien le saca -o le sacará- provecho. Ese provecho, tarde o temprano, dará sus
frutos; frutos secos en libertades y parcos en derechos.
Refranes relacionados:
- Tanto va el cántaro a la fuente...
- Camaleón que se duerme se lo lleva la corriente.
- El que avisa no es traidor.
- No hay dos sin tres.
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