Las aceras rotas y los baches
en bastantes calles de mi ciudad parecen ser como un reflejo de cierta
agresividad social existente. Ya no se razona colectivamente y el egoísmo es la
nueva epidemia que nos atenaza.
Lloran las aceras y las
calzadas.
Nos queda la luz de las
pequeñas farolas. Son el espejo donde nos miramos compartiendo una soledad.
Dicen que en mi ciudad hay
unos 400.000 habitantes y el doble de ellos en la de mi amigo. Pero a los dos
nos pasa que miramos el super, el bar, el bus, la calle y solo vemos una
persona que se repite 400.000 veces. Es como cuando me miro al espejo que solo
me veo a mí mismo. Parecemos viandantes que compartimos la soledad y casi que
nos sentimos contentos cuando descubrimos que las vidas lejanas son idénticas a
las nuestras.
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