Me
habían designado alcalde del barrio. Mediar en los problemas del vecino con el
ayuntamiento, hacer de alcalde en asuntos de menor competencia. Las mayores
quejas venían de los niños: los mayores no les dejaban jugar en la plaza, no
querían que cantaran o hicieran ruido en el parque pues molestaba a los que
querían descansar, hay muchas pegatinas en las paredes que no habían puesto
ellos y que cogían de cualquier portal para jugar y no eran sino propaganda de
prostitutas. Se quejaban también de no tener un espacio para poder pintar sus graffittis…
Anoche
soñé con ellos –con aquellos críos-, a los que había defendido hasta el final,
los que siempre paran sus juegos para venir a darme las buenas tardes, los que
formaron una barrera que me impidió entrar en el ayuntamiento pues se habían
enterado de que iba a presentar mi dimisión. Me quedé para abrazarles uno a
uno, hablamos de por qué los mayores no hacen caso a las cosas sencillos de
ellos y quedamos en que el sábado tarde iríamos al juez de los sueños a
explicarle nuestros problemas. Los más pequeños gritaban: “…y que vengan
también nuestros muñecos que van a llenarse de bichos por tenerlos encerrados
en caja nuestros padres”.
Aquella
noche era simpático pasear despacio por cualquier calle. En casi todos los
patios o ventanas del barrio varios muñecos colgaban o se recostaban en el
césped como tomando aire y llenando sus pulmones para unirse el día siguiente
con sus amigos ante el juez y poderles gritar: Los niños somos niños las venticuatro horas. Los niños de antes jugaban, nosotros queremos hacerlo también, los niños
si no gritan cantando gritan enfadados como los mayores, por qué gritan ellos y
nosotros no podemos? Y , dictaminando el
juez que siempre fuera mediodía en el
pueblo, el momento en que el sol brilla para todos por igual, es justo cuando
llegan corriendo los niños del primer grupo que habían sido avisados que el
abuelo se estaba despidiendo. El mayor de todos se acercó en nombre de los
demás, cogió su mano y acarició su pelo diciéndole: Abuelo, mira hacia nosotros
los niños de la plaza. Nosotros creemos que no vas a dejar de hacerlo y,
protegidos por tu mirada, seguiremos jugando felices.
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