Desde que comencé a trabajar
en esta empresa de juguetes acuáticos noté como un soplido que bajaba de los
montes cercanos diciéndome no podía conformarme con ser conserje. Y yo le fui
haciendo hueco tan hondo que con frecuencia como un silbido gomero que trae
anuncios en su música, salía de mi garganta.
Yo no nací para ser ruiseñor
de desdichas, sino árbol con fuertes raíces en tierra. Por eso el soplido se
hacía metros de altura que saltaba, y el silbido se convirtió en exámenes que
aprobaba. Y hoy salen gozosos de mi garganta anunciando a los míos que el salto
dado ha sido más grande que el buscado. Formar parte del grupo de asesores de
mi empresa es como ver a mi gente siempre sonriente, con la vida resuelta y el
corazón contento.
Y si otro salto tuviese que
dar aquí estaría volviendo a entrenarme con cariño y esfuerzo, pero siempre con
ilusión.
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