Es un hecho
reflejado en una fotografía o en un dibujo: un grupo de gente inclinada sobre
una mesa repartiéndose un país o un continente. Con lo cual en ese momento las
vidas y el destino o de muchas personas queda marcado para siempre. Y serán
unos cinco o seis quienes lo elijan.
Hace pocos años,
en un verano mientras los polacos esperaban que sus cosechas agostaran, los
ministros de Exteriores de la Alemania nazi y la Unión Soviética cruzaban unos
trazos rojos en el mapa. No fue la vida igual para unos y otros porque todo iba
a depender de donde cayera el lápiz rojo sobre la ciudad en la que vivían.
Hoy mismo
morirán varias personas en África por combates que tienen su origen en una
serie de elegantes reuniones celebradas en Berlín entre 1884 y 1885, y la lengua
materna de miles de recién nacidos también hoy en Latinoamérica será el español
o el portugués sencillamente porque hace unos 500 años los gobernantes de dos
países al otro lado del Atlántico se repartieron en Tordesillas, como si fuera
una naranja, el recién descubierto redondo mundo.
Y la vida sigue
igual, como si esas circunstancias nunca hubieran ocurrido. Pero ocurrieron…
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