Hace ya
unos años, una ministra japonesa se lamentaba de que la complicada situación
económica (que llevaba una década estancada) se debía en parte a la longevidad
de la población. La esperanza de vida de la población nipona es la más alta del
mundo y, como ocurre en todos los países desarrollados, la natalidad cada vez más
baja. ¿Os suena el problema?
No sé si
la ministra acabó dimitiendo, porque de sus palabras, pareciera que el agujero
económico fuera culpa de los pensionistas, mejor dicho, de estar viviendo “a la
sopa boba del estado”. No tardaremos mucho, al paso que vamos, en escuchar por
estos lares mensajes parecidos desde las altas esferas.
Y así,
lo que es un éxito social de todos, la extensión de la esperanza de vida -síntoma
de la buena salud del estado del bienestar nos decían-, se convierte, de pronto,
en el más serio problema económico de cara al futuro. Los jubilados y
pensionistas acabaremos siendo un lastre, los mayores responsables de los números
rojos en las cuentas del Estado.
Quienes
así piensan -y ya empiezan a asomar la patita- no tienen en cuenta dos cuestiones:
la pensión de cada cual no es una dádiva de las Administración, es un derecho
consolidado, fruto de las aportaciones, año tras año, durante la vida laboral.
Pero, además, seguimos siendo “consumidores” (y por tanto pagamos impuestos)
que ayudan a incentivar la demanda de bienes y servicios: gastamos.
El gasto
en pensiones no es un pozo sin fondo que se agote meramente en eso. Es una
forma más de redistribución de la riqueza. Pero algunos solo parecen mirar una
parte de la ecuación.
Yo, de momento, no
pienso pedir perdón por seguir vivo. No tengo ninguna intención de morirme. Lo
siento por este gobierno (o los futuros que implemente medidas restrictivas en
este sentido), pero pienso ponérselo difícil y seguir cobrando mi pensión. Si
le duele la cabeza intentando cuadrar las cifras, es su trabajo. A nadie le
obligan ser ministro de Hacienda. Seguro que se les ocurren soluciones, las elecciones
se acercan.
Una hormiga le dijo a otra: no trabajes tanto, cuando seas vieja te abandonarán. No lo creo, respondió. Y siguió diciendo: conozco una flor, que se hizo vieja, sus pétalos se cayeron,el Sol los abrasó, perdieron el color,ella se quedó desnuda, pero vino un viento que la lanzó al desierto y allí una hormiga la llevó al hormiguero, donde descansó.
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