Estrenaba su último disco en
la ciudad que le vio nacer. Había llegado de incógnito la noche anterior. Todo
lo contrario de lo que acostumbraba. Decidió dar un paseo por las calles
importantes de la urbe, mientras pensaba que en la vida había sido una
triunfadora. Soy la campeona en besos, se decía a sí misma. Me he besado, entre
otros, con poetas, cineastas, empleadas, jew princess, rateros, hippies,
ingenieros, tenores, políticos, empresarios de alta nivel, personalidades de la
alta alcurnia y guerrilleros, en mi boca todos los caminos de la vida se han
cruzado.
Mientras pensaba en ello pasó
al lado de tres chicos jovencitos que en aquella noche de frío permanecían
sentados, acurrucados unos con otros, con camiseta sin manga que miraban hacia
ella como pidiendo un poco de cariño y un algo de calor humano. Ella miró a su
alrededor. No habían fotógrafos siguiéndola. Y volvió al hotel: he de avisar al
fotógrafo para mañana a esta hora dar una vuelta por aquella plaza. Esa foto,
con niños harapientos, no la tengo aún en mi álbum.
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