Desde pequeño cantar era su
afición. Canción que escuchaba, canción que se quedaba cantando. Y en ocasiones
no podía cantar la que quería y que en algún momento le venía a la memoria.
Hoy, al celebrar el 12 cumpleaños de su hijo, recuerda como aquellos sones, al
vivir también en un mundo de jardines obscenos y de sombras, siendo normal que
esa realidad existente sonara en una u otra canción, también se consideraba
normal tragarse lo que se sentía y no expresarlo.
Y pensó: Hay cosas que cambian en nuestra realidad. Lo que
su padre consideraba obsceno y mordaz, él lo consideraba normal pero le
impedían realizarlo. Desde la ventana del tercer piso veía con gozo a su hijo
disfrutar del cumpleaños con sus amigos. Se sentía más libre dando libertad. Eso
sí, consciente que debía revisar actitudes paternalistas que pudieran darse en
el. Y desde aquel ventanal levantó su copa y su grito de anhelo resonó en
aquella pequeña extensión: que siempre goces de la libertad, hijo mío, y, como
espíritu libre, hables y actúes de acuerdo a tu pensar y tu conciencia. Que
nada ni nadie te lo impida, y que tú nunca te atrevas a cortar las alas de
quien a tu lado esté.
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