Queriendo conocer nuevos
horizontes tropecé con ciertos lugares de luces amables pero con césped
artificial, coches derrapados y vendedores de matrículas viejas, un circo
vallado con rejas y en su interior solo una autocaravana por debajo de la cual
corría el agua, con gente que al hablar contigo solo recordaba su infancia y
que si le preguntabas por el hoy te respondía: Sobrevivimos. Sobrevivimos.
Un pueblo que me sirvió para
saber un sitio más donde no quiero vivir y para recordar mi sueño en ser
astronauta al menos en una tarde tan larga como una salchicha . Todo ello
en un día en que el sol apretaba y el sudor parecía tener visado internacional.
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