Al leer el anuncio convocando
a un casting cinematográfico, Natalia se vio de inmediato prácticamente
retratada. Tal que, sin arreglos especiales y sin vestido llamativo de estreno,
se presentó al día siguiente en las oficinas de la productora. Un día de viento
fuerte hacia que algunos de sus mechones castaños escaparan de su moño, lo cual
llamó desde el principio la atención Zabala que hacía a de recepcionista en la
entrada. Había llegado demasiado pronto. Con una hora de antelación a lo
previsto. La invitaron, pues, a sentarse en un sofá de una de las salitas que
rodeaban el salón central. Estaban separadas con cascos de madera y una celdita
para cada una de las participantes. Un sillón para la invitada y una silla para
el examinador.
Natalia, nerviosa, encendió
un cigarro para tranquilizarse. Sus carnosos labios dejaron una marca de carmín en el filtro.
Inspiró a fondo haciendo sobresalir sus pesados pechos. Era una mujer hermosa,
alta y fuerte, de largas manos cuidadas con
perfecta manicura.
De repente, oyó un ruido
extraño y asomándose a la ventanilla del cubículo donde la tenían esperando la
llegada del resto de chicas vio cómo Zabala, ayudado por otro más corpulento
que él cerraba las puertas de entrada de aquel gran local. Miró su reloj y vio
que aún faltaba unos treinta minutos para la hora oficial den entrada que le
habían asignado. Se extrañó y empezó a pensar qué cosa mala que pudiera
sucederle.
Zabala y su compañero
entraron en aquel aposento manual y mientras el compañero con los brazos
cruzados y de pie cerraba cualquier posible salida de la joven corriendo por
aquella puerta. El hombre giraba alrededor suyo, haciendo círculos cada vez más
cercanos a mi ella, mientras preguntaba, con voz de peliculero misterioso cosas
como estas, sin darle tiempo a responder: ¿Es el primer casting al que te
presentas? Me gustan tus piernas altas y
cuidadas, ¿te pones alguna crema especial? ¿qué papel te gustaría tener en esta
película: el de ama de casa, hija más joven, chica de limpieza que coquetea con
el dueño cuando su esposa no está?..., y ya en esa pregunta rozó sus dedos con
el cuello pasándolos despacito por sus orejas y labios, al tiempo que su
compañero apagaba la luz y encendía una linterna con suave reflejo que dirigió
hacia ambos.
– No hay nadie aquí más que
nosotros. Sé buena chica. Tal vez esto te sirva de ensayo para un casting de
verdad que puedas tener ocasión de ser convocada.
- ¿Un casting de verdad? ¿Pero
esto qué es? ¿Por qué está cerrada la puerta? ¿No vienen más chicas?
– No. Esto no es un casting. Es solo un ensayo de como
dos personas que no se conocen pueden ser felices y pasarlo bien aunque sea una
hora
-Déjenme ir al baño primero,
por favor, acordándose de que había visto una puerta lateral-.
Seguida por el vigilante que
se pegaba a Natalia, la dejaron acercarse a los servicios, ella con la
intención de saltar por la ventana. Sintió tan cerca la proximidad de su
vigilante -un individuo repugnante, de los que rebozan en grasa, atiborrado de
un pelo desordenado, oliendo a sudor y a alcohol- que, entrándole ganas de
vomitar se volvió para atrás y en un santiamén hacerlo sobre la cara de aquel
individuo, circunstancia que aprovechó para correr. Tenía fe en sí misma y que
no la pillarían pues practicaba a diaria atletismo- en dirección a la comisaría
de policía a poner la denuncia correspondiente. Pero cuando la policía se
presentó solo encontró unas oficinas vacías con el cartel de se alquila en su
puerta principal.
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