Desde pequeña, cuando podía
disfrutar jugando a las muñecas, ya sostenía niños en sus brazos. Y perdió
aquello en lo que somos educados en la infancia -aunque no nos demos cuenta-
cual es descubrir que en la vida no solo hay un modo de caminar, sino infinitos
de ellos.
Y ahora que ya es mayor quiere ser una mujer-niña y vive como
si tuviera alas, volando por encima del mundo para conocer los atajos que
pudieran llevarle al mismo lugar. Ya no le importaba el vestido que llevara, ni
si sus senos eran demasiado gordos y había que operarlos. Quería desprenderse
del pasado y dejar atrás su ignorancia de tantas y tantas cosas. Y desde su
mente, en lugar de pasear por la calle Triana, viendo escaparates y nuevas
modas, las alas ocuparon su sitio y se
quedó asombrada de todo lo que se había hecho en este mundo. Podía haberse
enganchado a las telenovelas, pero desde que vio aquella película de “Los años
felices de tu vida”, fue como si nacieran dos bultos en su espalda y
comenzó a aprender a volar. ¡Era la
utopía de los débiles!
¿Cómo coño lo hice? ¿En una
escuela de FP? No: ¡volando!
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