martes, 3 de abril de 2018

La cosecha


En su etapa de adolescentes les pilló la ideología de la educación de la liberación. Asomarse al mundo, ver lo que estaba en regla, actuar para transformar aquello que estaba emponzoñado. Y sembraban y sembraban. A la par, una generación paralela esparciendo discordias se especializaron en dar esquinazos a terceros, y poner zancadillas  al que pasara.

Y aquellos que parecía habían nacido para ser buenos no cosechaban sus siembras. Rencillas, malas interpretaciones, saludos que se negaban, amigos que pasando de cualquiera de sus problemas les dieron esquinazos. No merecía la pena seguir así, se dijeron. Si los malos son los que son valorados, seamos malos.

De la noche a la mañana se convirtieron en egoístas redomados. Pasaban por delante de los demás como mirándoles por encima del hombro. Sentían y hacían por ello que el mundo girara en torno suyo. Sus miradas hoscas y furtivas les hacía odiosos a los demás. No obstante se daban cuenta cómo llamaban la atención, la gente miraba hacia ellos al pasar, los comentarios sobre sus personas se multiplicaban. Parecía como si la soberbia y altanería, la prepotencia y el no preocuparse de los otros fuese lo mejor. Ahora se sentían mejores. Por lo menos la gente les tenía en cuenta y hablaban de ellos.

A los dos meses la verdad de la vida volvió a tomar las riendas. ¿De qué sirve que la gente hable de nosotros en todo momento y tengan en cuenta lo que hacemos y hablamos?. Vale más y se está más contento siendo coherente con la propia conciencia que hacer lo contrario para ser objeto de atención a los demás?  Las  buenas musas no dejan vacías las vidas de uno. Si los de siempre quieren que el mundo gire en torno a ellos, nosotros, raudos como un vendaval, dejaremos esta ficción y seguiremos sembrando.

Llegará el momento en que crezca la cosecha.



No hay comentarios:

Publicar un comentario