jueves, 29 de noviembre de 2018


Era un domingo cualquiera. Sentados bajo el follaje de aquellos espesos árboles tomábamos un aperitivo acompañado de las tapas de salmorejo. Después de una hora larga de estancia tranquila, aparece de repente una manifestación que, en tono pacífico, pregonaba  la necesidad de un mundo otro. Eran consignas de orientaciones  fáciles de asumir por ser de sentido común .

Todos queremos la paz, decían. Pero para hacerla posible hay que construir caminos más llanos y en dirección opuesta a la que están enfocados ahora. No puede venir la paz mientras caminas marcando y haciendo crecer las actuales grandes diferencias entre ricos y pobres. Mientras unos pocos posean casi la misma riqueza que la mayoría. No puedes seguir avanzando por caminos que llevan a que la mayor industria del mundo, la armamentística, sea precisamente la ganadora. Y por supuesto, nunca por caminos del rencor, odio o similares.

No tuvimos más remedio qué unirnos a la fiesta, cambiando el motivo de nuestra celebración.




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