Hay dos amigas con las que en
nuestra juventud trabajamos juntos en actividades educativas de niños y
preadolescentes en su tiempo libre. Esas actividades estaban orientadas para
ayudar a cambiar aquello que veíamos mal.
Los tres debíamos tener los
mismos ideales y trabajar conjuntados. La unión, la confianza y la sintonía
entre los tres fue exquisita. Compartimos nuestros sentimientos, nuestros enamoramientos
y hasta nuestras sensiblerías. Y curiosamente ninguno de los tres se sintió
atraído por el otro. Nos hicimos mayores y la vida, el trabajo, la familia, el
barrio, cosas todas naturales, nos separó.
Nos separó sí. Pero no nos
desunió. De tarde en tarde nos vemos y empezamos a hablar y compartir de todo,
corriendo de aquí para allá, de un tema y un recuerdo a otro, para que no se
nos quede nada en el tintero. Y todo, desde el principio hasta el final,
resulta como si nos hubiéramos visto ayer.
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