Somos muchos lo que queremos
disfrutar de nuestros derechos a una vida privada. Hay otros, sobre todo entre los famosos, que
disfrutan dejando atrás ese derecho. Y les
gusta esa dinámica tanto que ganan una buena dosis de dinero por darla a
conocer. Y donde más peleas hay, violencia, oscurantismo y cosas similares mucho más se compra por parte del público.
Otro espacio donde esto goza
de buenas acogida son las redes sociales. Podríamos decir que hay una especie
de traje de trabajo por parte del protagonista de famoseo, y, a estas alturas, códigos
ya marcadas y establecidas. Y eso lo ves desde las fotos que se sacan las
adolescentes en las redes que lo comenzaron las famosas: la conocida postura de
quebrar la cintura hacia dentro para que los glúteos sobresalga hacia fuera,
los morritos simulando un beso robado. Entre postureos e “influencers” -cada
cual recurre a este festival de la confusión con sus armas…- ha nacido un nuevo
género audiovisual y literario donde se trata simplemente de engañar, ser
engañado, odiar y venderse . En definitiva originar un escándalo.
Es la revolución de principios
de este siglo: reproducir información,
chismes y rumores, tamizados y distribuidos por las redes.
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