lunes, 24 de junio de 2019

Diario de mi vigésimo primera semana en los mundos de Yuppi


Primer día
Siempre he pensado de forma oscura y sin embargo hoy me sale claro. Tiene una explicación lógica. Hace poco he terminado filosofía. ¿Que para qué la estudie? Para descifrar lo que pasa en el mundo. pero me equivoqué. Buenos, eso creo. Pienso al modo poético. Porque si los poetas fuera los que gobiernan otro mundo estallaría.


Segundo día
Suena el teléfono, el levanto el auricular y pregunto “¿Quién es?”. No contesta nadie. No es la primera vez ni será la última. Así que he decidido que la próxima vez seré yo quien guarde silencio. Me cansan esa llamadas comerciales masivas que seleccionan al azar tu número y luego, ni siquiera te dan la oportunidad de decirles “No gracias, no me interesa”.


Tercer día
Volviendo a la política y a todos los desaguisados de la familia…, ojalá existiera una facultad en la que fuésemos leyendo poco a poco todos los poemas del mundo.


Cuarto día
En mi pueblo ya tenemos alcalde. Ha costado. Los pactos entre partidos han resultado tan rocambolescos como una mala novela policiaca. Sabíamos desde el principio quién era el “asesino”, pero han tenido que caer el mayordomo, la amante de la víctima, el jardinero y la madre que lo parió para que en la última escena todo cambie para que no cambie nada. El asesino volverá a ser alcalde.


Quinto día
Si me destapo por las noches tengo fresquito, si me tapo calor. Estoy en esos días del año los que parezco la gata flora.


Sexto día
Veinte meses hacía que no iba a una conferencia. Fui a una ayer tarde y perdí el tiempo. No sabía qué hacer... sí me reía dirían que soy tonto. Sí lloraba me tratarían como un sentimental. Si me emociono me va a conocer la gente por la calle, Así que salí más desorientado que antes. Pero una cosa tengo clara y voy a apuntarlo en la agenda para que no se me no olvide: No vayas a una conferencia dónde no te dejen preguntar.


Séptimo día
Caso perdido. Mi gato tiene más vida social que yo. Esta semana, cuatro de las siete noches las ha pasado fuera de casa. Cuando regresa por la mañana tan campante, me mira, me pide el desayuno y se pasa el día tumbado. ¡Puñetero gato! Empiezo a tenerle envidia.



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