Ya no vamos de compras,
hacemos “shoping”; no tenemos entrenador, sino “personal traning”. Ahora somos “youtubers”,
“influencers”, “followers”... Antes éramos, bohemios o modernos o progres o
fachas… hasta hace poco -que al parecer ya está pasado de moda- crecían como
setas los “hispters”. El caso es ser
algo que suene exótico, aunque en nuestra lengua tengamos un término
equivalente. Es una manía -o mejor, puro “postureo”, que se dice ahora-, nos
hace aparecen más interesantes, más enterados del tema. Era cuestión de
acostumbrarse. Ya que no puedes luchar contra ello, te acostumbras y te dejas
llevar.
Pero la realidad te sigue
sorprendiendo. Desde no hace mucho, me cruzo cada dos por tres con gente que dice
ser -o acusa a otros de serlo- “hater” (Odiador). Odiadores de cualquier cosa: Odiadores
del final de Juego de Tronos, odiadores de tal o cual equipo de fútbol,
odiadores de Tele 5, odiadores del pan tumaca.
Se puede ser “heter” de
cualquier cosa. Al fin y al cabo, la única condición indispensable es la de
odiar. A eso solo hace falta una segunda para alcanzar la calificación de apto:
la de presumir de ello. Antes se odiaba en secreto, a escondidas y uno era un
mejor odiador cuanto mejor lo escondía. Ahora es lo contrario. Conviene hacerlo
publico, que se note, ostentar de ello. Y posibilidades no faltan -Youtube,
Twitter, Facebook, Instagram, Tinder, Pinterest, MeWe y cualquier otra red
social a mano-.
Crispados tiempos estos, en
los que está más valorado odiar que pasar desapercibido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario