Es un recuerdo imborrable en
su vida. Cuando le escuchas contarlo percibes que lo vive a fondo. Cinco años
tenía allá por el 52. Los niños de su edad iban todos a la escuela. Esteban,
no. No le gustaba, no quería. Ni penas ni premios. Ni regalos ni promesas.
Anticipándose en décadas a Pedro Sánchez, repetía: no es no.
Después de muchos intentos
frustrados, a su padre se le ocurrió una idea: “¡Qué lo compruebe por si mismo!”.
Y así un día cualquiera de la
semana invitó a su hijo al cine Bahía, situado en las inmediaciones del
colegio. Eran las 11 de la mañana cuando el padre tocaba en la puerta de un
colegio privado para dejar a su hijo.
Al abrirse la puerta, Esteban
-asombrado ante aquellos niños que veía cantando, gritando y hablando, con una
cara de gran susto-, se viró hacia a su padre diciendo: "Papá, te
equivocaste, esté no es el cine". Al ver que su padre había desaparecido,
lleno de coraje, miedo y rabia, y viéndose atrapado por las manos de la maestra
y unos cuantos muchachos mayores que él, entre ellos su hermano, comenzó a
levantar con impuso sus piernas, dando patadas a diestro y siniestro mientras
gritaba: “Sáquenme de aquí, que me muero de hambre”. Eran las palabras que
repetía y que se les han quedado grabadas.
Agotado por el berrinche,
cogió una libreta, se puso hacer dibujos mezclado con otras actividades
educativas que allí le orientaban. Actividades que a un chico de temple activo
como él le venían positivamente. Cuadernos 100% activo qué le hizo pasar de la
pasividad a la actividad, de la rabieta a la serenidad y del enfado al
contento. Prueba de ello es que llegó a su casa y mientras soltaba la mochila
sobre el salón, decía su madre: “Mamá dame de comer, que me vuelvo al colegio,
que me están esperando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario