domingo, 23 de junio de 2019

El primer día

Es un recuerdo imborrable en su vida. Cuando le escuchas contarlo percibes que lo vive a fondo. Cinco años tenía allá por el 52. Los niños de su edad iban todos a la escuela. Esteban, no. No le gustaba, no quería. Ni penas ni premios. Ni regalos ni promesas. Anticipándose en décadas a Pedro Sánchez, repetía: no es no.

Después de muchos intentos frustrados, a su padre se le ocurrió una idea: “¡Qué lo compruebe por si mismo!”.

Y así un día cualquiera de la semana invitó a su hijo al cine Bahía, situado en las inmediaciones del colegio. Eran las 11 de la mañana cuando el padre tocaba en la puerta de un colegio privado para dejar a su hijo.

Al abrirse la puerta, Esteban -asombrado ante aquellos niños que veía cantando, gritando y hablando, con una cara de gran susto-, se viró hacia a su padre diciendo: "Papá, te equivocaste, esté no es el cine". Al ver que su padre había desaparecido, lleno de coraje, miedo y rabia, y viéndose atrapado por las manos de la maestra y unos cuantos muchachos mayores que él, entre ellos su hermano, comenzó a levantar con impuso sus piernas, dando patadas a diestro y siniestro mientras gritaba: “Sáquenme de aquí, que me muero de hambre”. Eran las palabras que repetía y que se les han quedado grabadas.

Agotado por el berrinche, cogió una libreta, se puso hacer dibujos mezclado con otras actividades educativas que allí le orientaban. Actividades que a un chico de temple activo como él le venían positivamente. Cuadernos 100% activo qué le hizo pasar de la pasividad a la actividad, de la rabieta a la serenidad y del enfado al contento. Prueba de ello es que llegó a su casa y mientras soltaba la mochila sobre el salón, decía su madre: “Mamá dame de comer, que me vuelvo al colegio, que me están esperando”.


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