La codicia no
tiene edad ni nacionalidad. Crece como una amapola sangrienta a través del
flujo de unos hechiceros que también en el colmo de la ambición, procuran
amarrar el pensamiento. De vez en cuando un viento fuerte chisporrotea en el
aire y manda lo viejo al olvido. La distinguirás porque nunca notarás en su
sentir un buen criterio en torno a acciones sociales o un mínimo talante de
generosidad y acciones desinteresadas. En su régimen de vida se asemejan al
talante del dictador en la política que en la práctica sustituye la
constitución de su país por un solo decreto: “El derecho de la fuerza está
sobre la fuerza del derecho”. Incapaces de esperar otro minuto, ni un segundo,
por aquello que desean para sí mismos no son capaces de esperar que aquel muera
para registrarle los bolsillos.
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