Hace tiempo que
no ha recibido encargo alguno. Cada día en ocasiones varias se pasa por el
árbol central de la plaza de su pueblo. Una señal convenida le pondría en acción.
“¡Cuánto extraño un baleo!” se iba diciendo a sí mismo por el camino. Pasaba ya
las ocho semanas. “A este ritmo voy a perder la puntería y en lugar de clavarle
el cuchillo en el esternón se lo hago en las canillas”.
Fue entonces
cuando le vino la idea a la cabeza y, sin pasar por su casa a despedirse de los
suyos por unos días, comenzó su marcha. A pie se puso en camino hacia Sabaneta
donde estaba el santuario de María Auxiliadora, la patrona de los sicarios. No
era la primera vez. Cada vez que le salía bien un encargo de los sobres iba
allí a darle gracias por su ayuda y pedirle que le llegaran más sobres. Esta
vez quería quejarse. Se levantaba y arrodillaba, al ritmo de un compás interior
que le impulsaba a saltar y encontrar el objetivo con la nitidez suficiente
para disparar, esperando que las manos milagrosas de la Virgen le ayudaran.
Era tan de noche
cuando llegó a casa que le dio pereza pasar por el parque. Y, pensando en la
Virgen, se quedó dormido diciéndole “parece que ya no me amas y que te gusta
verme triste”. Un pequeño rayo de luz entró en ese momento por la ventana de su
cuarto. Mirándole quedó pronto dormido y de mañana madrugó. Dirigiéndose al
parque de la plaza ya de lejos vio una cinta blanca al lado del tronco del
árbol grande que le señalaba la dirección de 4 kilómetros a la derecha. Hacia
allí partió encontrándose en el punto kilométrico señalado con una tienda de
comestibles. Al verle entrar, todo afanado y sudoroso, el dueño le dice: “¿Eres
Fielder?”. Tras el asentimiento del joven le dijo “tenemos azúcar para la
familia”, dándole un sobre blanco con puntos negros en el remite. Volvió a su
casa, pues era preceptivo no abrir sobre alguno por caminos transitables. Iba
de prisa, extrañado, pensando en varios encargos pues el sobre era algo más
grueso que en otras ocasiones. Ya en su cuarto, con una vela encendida junto al
cuadro de la Virgen como única iluminación, se encontró una hoja de papel que
envolvía 20,618.00 pesos colombianos, el equivalente a seis mil euros. Y un
camino que dirigía a España donde necesitaría dinero suficiente para recorrer
costa y camps –quiero decir, campos- y así impedir que el Sr. Gulter se le
ocurriera pisar Colombia. La nota llevaba una posdata: “No necesitas foto. Su
rostro es bien conocido”.
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