Es cuidadoso, organizado y
detallista. Dedicado a la historia, el mismo es ya una historia. No pasa de
puntillas ante los problemas. Su actitud de servicio es notoria. También se
enoja y protesta. Y cuando tiene necesidad de dar un puñetazo en la mesa lo hace.
Por eso defiende la igualdad, porque se considera igual que todos. No solo en
lo blanco, sino también en lo negro. Sabe, pues, caminar sobre un tablero de
ajedrez. Y enseña a otros a hacerlo. Revisa de vez en cuando su quehacer y ve
que tiene defectos. Hace pocos días lo encontré abatido. Sí. Tengo que decirlo.
Es alguien muy cercano. Hablamos poco, pero me siento cerca. Y lo siento cerca
también. Entró en mi reciente pasado, y está en mi presente. Seguro estoy
también lo estará en mi futuro. No. No es para cambiarlo. De ninguna forma se
le puede atribuir aquello de “Si un pescado no te quiere, en el mar hay muchos
más, tira un trasmallo y alguno caerá”. No es reemplazo ni relevo. Es
amigo, confidente, fortaleza. Es hermano.
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