Se creía el más guapo del
barrio. Decía con orgullo que sus amigos estaban celosos de él. El espejo era
su obsesión, tanto el del retrovisor de
su coche, como el de otros aparcados en la calle, aliñándose el pelo de momento
en momento. Sus conocidos estaban mosqueadísimos con él porque, saliera el sol
por donde saliera, cerraba la puerta del
comercio, y con una espiga de trigo en sus manos, se dirigía siempre a la misma
hora a una casa cercana donde, según nuestros informes, vivía un hombre soltero
de unos cincuenta años. Nunca supimos el motivo de ello, quedando como una
incógnita a resolver.
Se sentía atractivo y nunca
estaba solos No supimos que llevaba consigo aquella visita mañanera a uno del
mismo sexo. Tampoco pudimos afirmar que tuviese relaciones con aquel tipo.
Aquella noche en el bodegón de un pueblo cercano seguía presumiendo.
- Sé como coquetear y sé cómo
beber con las mejores. Muchas mujeres piensan que soy caliente, sexy, o como
quieras llamarlo. Aprovecho las oportunidades.
- Lo dices como si tuvieras
algo planeado esta noche con una chica.
—No. —negó con la cabeza y le
di mi sonrisa perezosa. Puso los ojos en blanco y me reí. Mientras seguía
jugando con clips que sacaba de su caja, y que pasaba de mano a mano dijo-. Se
trata de unas chicas, en plural. —sonreímos—. Ésta noche, voy a tener una cita
doble.
—Cancela una -le dijeron.
- No quiero cancelarle a
nadie. No sería justo para ninguna.
—¿Por qué no?
—Estoy seguro de que han
estado planeando lo que van a llevar desde que las invité a salir. Y no es
justo dejarlas colgadas. Será algo largo y cadencioso como estos clips
encadenados uno al otro.
Justo en ese momento llegaba
Cari que se había citado en aquel lugar. Después de probar un vino la tomó de
su mano y salió con ella en dirección a su casa donde había citado a Clara. Por
el camino le preguntó
- ¿Qué le dijiste a aquella
chica a la que habías invitado antes de encontrarte conmigo? ¿qué tenías una
cita con esa persona?
Sergio se enrollo
respondiéndole con generalidades y no concretaba su respuesta, de lo cual Cari
fue consciente…
—Oye, era sexy y tenía ganas.
Tengo veintiún años, estoy en el punto
sexual más alto de mi vida. No le iba a decir que no. Confía en mí, lo sé.
Cari no llegaba a entender lo
que Sergio quería decirle, cuando, llegando ya a su casa, vio una chica de pie
tocando el timbre de la misma. Sergio le silbó y tomando de la mano a Cari se
acercó a Clara, le besó en los labios, y abriendo las puertas las invitó a
pasar. Y sin mediar conversación alguna les dijo
- Esperadme en la alcoba,
chicas, que vengo sudado y voy a
ducharme -las dos quedaron mirándose la una para la otra como preguntándose “¿y
tu sabías que había invitado a dos?”. Ambas levantando la mirada hacia la otra,
se percataron de que en aquel juego no habían participado ellas en activo.
Y se pusieron de acuerdo en
la tarea a hacer. Sergio salió de la ducha con pantalón corto y una piedra
verde de diamante en sus manos y entró en la alcoba donde esperaba hallarlas.
Bajó a la cocina y se las encontró a las dos, vestidas. Se acercó a ellas
- ¿Os ayudo a poneros
cómodas? -esbozando una sonrisa nada ingenua-
– Primero -dijo una de ellas-,
comamos algo, prepáranos la cena para estar más a gusto los tres en la alcoba.
Y bien que lo hicieron. Mientras
ellas, sin parar, tomaban agua de una botella de ron que previamente habían
llenado de agua, Sergio, cocinaba la cena, y al verlas tan contentas bebiendo,
comenzó a hacer lo mismo, de su propia botella, en las mismas proporciones que
ellas hasta que, borracho perdido, mientras las dos jóvenes hacían que lo
estaban. Vieron como caía al suelo, diciendo sandeces y sin poder levantarse.
Oyó en la penumbra que tocaron el timbre
y entraban sus amigos que habían sido avisados por las jóvenes. Todos reían a más
no poder y las felicitaban.
- Muy buena, chicas, habéis
bajado del trono al que se creía el Salomón erótico, rey de reyes.
Aquella noche se acabó
Sergio, el engreído.